A veces no nos gusta la imagen que nos devuelve el espejo, y aunque hay personas a las que no les importa, hay otras que le prestan mucha atención, se sienten muy pero muy mal consigo mismos. Conocí a personas que llegaron a cortarse por eso. Si tienes este problema, quiero que leas esta historia que encontré en internet. Y aún así, aunque no tuvieras el problema... es una historia corta que te enseña a amarte a ti mismo. A mirar bien el espejo.
El horrible ogro al que todos odiaban, compro en la tienda un espejo de su propio tamaño.
Lo coloco en uno de los muros de su guarida donde podía verse de cuerpo entero.
El vendedor le había asegurado de algo que lo termino por convencerlo:
-Este espejo lo embellecerá . Se vera usted en el como siempre quiso verse.
Y así como fue que el ogro pasaba horas frente al espejo comprobando sus bondades.
Era cierta la promesa del vendedor; podía verse ahí como siempre había soñado ser.
Entonces, el ogro cambio su mirada sobre si mismo y consiguió que todos los vieran distinto.
A pesar de que su cuerpo seguía siendo el mismo, ya no era tan horrible para los demás porque había comenzado a embellecerse para el.
Ya no era odiado por todos porque había aprendido a quererse en el espejo.
Piensen en la moraleja de la historia. El ogro no necesitó una cirugía para verse mas bello. Sólo empezó a confiar en sí mismo, a amarse. Sonrió, y la persona en el espejo le devolvió la sonrisa; entonces se dio cuenta de que se veía mejor con una sonrisa en su rostro. Al sonreír él, todo el mundo pudo ver la belleza en su interior. Y cuando somos bellos por dentro, somos aún mas bellos en el exterior.
Si buscan algo mas realista; les voy a contar algo sobre mí:
Yo siempre fuí muy diferente de las personas a mi alrededor. En todos los aspectos. En la primaria, siempre crecí antes que todos. Y, obviamente, fui la primera a la que le salió acné. Sólo tenía 11 años, y el acné se veía horrible, enormes granos llenos de pus, barritos, enserio, mi rostro se veía asqueroso. Probé miles de cosas para la cara, pero las dejaba al poco tiempo porque no me daban resultados. Mi gran problema era que yo siempre fui muy vanidosa, una chica con la autoestima muy alta. Y ver mi rostro así me tiró abajo. Me sentía de lo peor, con el amor propio por los suelos. Llegué a sentirme tan mal que lloraba, lloraba todas las noches. Pasaba días sin mirarme al espejo para no llorar, no me sacaba fotos, no comía, no salía a la calle si no era para ir al colegio y me odiaba. Un día, llegué a mi punto máximo. Había sido un fin de semana largo y yo no había dormido, no había comido bien, me miré al espejo y tenía acné en cada parte de mi rostro. Me desesperé. Grité. Me recosté, y cuando mi frente chocó contra la pared y sentí un dolor terrible por culpa de un grano enorme lleno de pus que estaba en mi cabeza, colapsé. Lloré toda la noche, toda, toda la noche. ¿Por qué esto tenía que pasarme a mí? No paraba de decirme a mi misma que tenía que aprender del dolor, que las peores cosas le pasan a las personas más fuertes, que me calmara, que dejara de llorar. Pero no creía una sola de mis palabras.
Me cansé de que el espejo me devolviera una imagen asquerosa y sonreí. Empecé a tratar el acné, insistiendo una y otra vez. Me curé, y ahora puedo verme al espejo y al fin decir que soy hermosa.
Tu también puedes.
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